No tengo que sufrir para aprender; ni amar para que me quieran. No me tienen que olvidar para recordarme; y no tengo que vivir dos siglos para aprender qué es la vida. No soy un juguete de ningún niño, y no leo cuentos. Mi cabeza, las decisiones, y mis ideas propias, son mías y de nadie más.
Que no me cuenten historias para dormir, que esa niña tonta ya se ha ido. ¿Quién me va a obligar a elegir mis sueños? ¿Quien me va a obligar a hacer lo que no quiero? ¿Tú? Desde luego que tú, no.
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