domingo, 24 de marzo de 2013

En ocasiones nos gusta convencernos de que todo va bien aunque el mundo a nuestro alrededor se esté derrumbando. Preferimos cerrar los ojos y continuar ciegos dejando que otras personas o incluso nuestro propio instinto nos guíen. A mí me gusta imaginarme una vida alternativa formada por las decisiones que nunca tomé, los actos de valentía que perdieron con mis miedos. ¿Qué habría pasado si en vez de elegir a mis amigos de ahora hubiese escogido a otro grupo? ¿Qué si me hubiese declarado a él cuando estábamos sólos? Demasiadas preguntas sin resolver, y al final, nunca encuentran una respuesta. ¿Son nuestras acciones las que crean nuestro futuro o hay un destino preescrito que no podemos modificar? ¿Creer en el destino es creer en la suerte? Es verdad que en ocasiones nos surgen cosas que no sabemos explicar. Un conjunto de casualidades que hiladas forman un camino hacia un fin al que queremos llegar, o no. Puede que nuestro sino sea sufrir, o puede que sea maravilloso. Puede que podamos elegirlo, pero entonces, ¿es posible escoger nuestro destino?

La vida es como un laberinto sin salida. Pase lo que pase, escojas el camino que escojas siempre acabarás equivocándote y volviendo al principio. Cuando recorres un pasadizo nuevo lo atraviesas con miedo, atenta a todo lo que pueda pasar, y en el momento en el que te despistas algo se alza sobre ti y te engulle. A veces acaba contigo, otras te provoca tan solo un leve escozor, pero si es en el pecho tarda en calmarse hasta que con agua limpias la herida. Si te engulle tan sólo alguien más puede ayudarte a escapar de las fauces de la bestia. Yo la llamo miedo. El miedo es nuestro peor enemigo. ¿Acaso no es él el que nos frena en la vida? ¿No es él quien corta de raíz nuestros anhelos? Debemos evitarlo y la única manera, por desgracia, es cerrar los ojos y avanzar a tientas y pisando fuerte, disfrutar el camino ignorando los temores que puedan acecharnos. Sólo así llegaremos a nuestra meta.

¿Sabes? Los domingo están hechos para que nos demos un baño de agua caliente, con velas y pétalos de rosas por todo el baño. Están hechos para que no paremos de darnos besos y abrazos. Están hechos para que terminemos en el sofá, tapados con una manta dándonos mimos mientras vemos una película romántica. Seria perfecto si fuera estuviera lloviendo y si en el salón hubiera una chimenea. Porque te quiero a ti aquí y ahora. Comiéndonos a besos. Creando sonrisas cada minuto.

Corres hacía el precipicio pero decides no frenar. Decides saltar. Arriesgar. Estás harta de las falsas sonrisas. Harta de no ser quien quieres ser porque los demás no te dejan. Quieres vivir. Saltar. Gritar. Ser feliz. Quieres coger las riendas de tu vida. Ser la única persona que dirige tu vida. No quieres que su sonrisa marque tu rumbo. Solo quieres que la tuya marque el tuyo. Por eso no paras. Sigues y sigues corriendo hacía el precipicio. Piensas que es lo mejor. Saltar, caer al agua y que sea lo que tenga que ser. Has probado todas las alternativas. Decidiste empezar de cero pero no se puede empezar de cero cuando tienes tantos recuerdos, cuando te cuesta muchísimo olvidar. Cuando le quieres demasiado. Sabes que cuando saltes sentirás adrenalina. Mucha adrenalina. Querrás gritar y no te dará tiempo. La caída durara 5 segundos si llegas y no sabes lo que te encontrarás debajo del agua. Aún así, sabes que no puede ser mucho peor que todo lo que te ha pasado anteriormente entonces, llegas al borde y saltas. Saltas con una sonrisa de oreja a oreja y mientras saltas oyes su voz pero ya sabes que no hay vuelta a atrás. Aunque desearías que la hubiera.

Deja que la brisa te despeine, y que juegue contigo.. Tu solo sonríe y déjate llevar. La vida es eso, una sucesión de hechos inesperados a los cuales no debes temer, y aunque a veces no sean placenteros, los debes afrontar. Pero siempre disfrutando de las pequeñas y maravillosas cosas que hay a tu alrededor, y que a veces por ir apurado no alcanzar a ver.


Una habitación entera llena de velas pequeñas. La cama llena de pétalos de flores. Mi canción favorita de piano sonando de fondo. Tu y yo sentados al borde de la cama tomando una copa de champagne entre las manos. Apoyada en tu hombro mientras con la otra mano me acaricias el pelo. Mientras yo te digo que eres mucho para mi. Con tu sonrisa a dos centímetros de la mía dejo caer la copa; no me preocupa la alfombra ni que la copa se haya roto. Quiero abrazarte y tenerte cerca. Que no corra ni el aire. Estar solo tu y yo. Solo uno. Acariciarte la espalda de arriba hacia abajo, de abajo hacia arriba una y mil veces. No parar de besarte ni un instante. Oler a ti. Susurrarte mil cosas al oído. Susurrarte que no te quiero perder y que aquella tarde siempre la recordaré. Susurrarte que siempre te haré sonreír pase lo que pase.
Porque hay cosas que nunca cambian como por ejemplo, que no quiero dejar de abrazarte nunca.


Aquí estoy echándote de menos como cada domingo. Echándote de menos como cada día. Las lágrimas recorren mis rostro; no lo puedo evitar. No sé si leerás esto y ni siquiera sé donde estás. Me encantaría que estuvieras aquí y ahora. Que me dieras un gran abrazo y me dijeras que todo esta bien y que no pare de sonreír nunca.
Vuelve, por favor. Vuelve.


"Antes que nada perdona si huele a cerrado, hacía mucho tiempo que nadie se alojaba aquí, y menos aún con intención de quedarse. Ábreme bien de puertas y ventanas. Que corra el aire, que entre la luz, que pinten algo los colores, que a este azul se le suba el rojo, que hoy nos vamos a poner moraos. Y hablando de ponerse, vete poniendo cómoda, que estás en tu casa. Yo, por mi parte, lo he dejado todo dispuesto para que no quieras mudarte más. Puedes dejar tus cosas aquí, entre los años que te busqué y lo que te pienso seguir encontrando… El espacio es tan acogedor como me permite mi honestidad. Ni muy pequeño para sentirse incómodo, ni demasiado grande como para meter mentiras. Mis recuerdos los dejé todos esparcidos por ahí, en cajas de zapatos gastados y cansado de merodear por vidas ajenas. No pises aún, que está fregado con lágrimas recientes, y podrías resbalar. Yo te aviso… He intentado que la temperatura del agua estuviera a tu gusto siempre, pero si de vez en cuando notas algún jarro de agua fría, eso es que se me ha ido la mano con el calentador. Sal y vuelve a entrar pasados unos minutos. Tampoco acaba de funcionarme bien la lavadora. Hay cosas del pasado que necesitarán más de un lavado, es inevitable. Y hay cosas del futuro que se gastarán, se acabarán gastando de tanto lavarlas… Para acabar, te he dejado un baño de princesa, una cama de bella durmiente, un sofá de chica de lujo y algo de pollo hecho en la nevera. Para que lo disfrutes a tu gusto siempre que sigas reservando el derecho de admisión. Aquí no vienes a rendir cuentas, sino a rendirte tú. Aquí no vienes a competir con nadie, sino de compartirte a mí. Y lo de dar explicaciones, déjalo para el señor Stevenson. Encontrarás que sobra algún tabique emocional, que falta alguna neurona por amueblar. Dime que tienes toda la vida, y voy pidiendo presupuestos. Dime que intentaremos toda una vida e iré encofrando mis nunca más."


¿Sabes? Vuelvo a necesitar tu presencia. Saber que estás cerca. Que no estoy sola. Vuelvo a necesitar reírme como antes. Carcajada, beso, carcajada, beso, abrazo. Necesito que me tengas entre tus brazos, que me estreches y me digas que no estoy sola, que todo esta bien. Vuelve. Vuelve ya. Te echo de menos, ya lo sabes.


Vamos, coge lo necesario porque no tenemos tiempo para más. Cojamos el coche y vayamos lejos, muy lejos. Sin mirar atrás y sin mirar a donde vamos. Solos tu y yo. Piloto y copiloto. Tu mano en la palanca donde se cambian las marchas y la mía encima. Mirándote mientras conduces sin parar de sonreír. En la radio suena Wonderwall de Oasis, nuestra canción favorita. Entre 'te quiero's' seguimos avanzando por la carretera que no sabemos donde nos lleva. Pero, no me importa. Yo soy feliz dentro de un coche sin rumbo o en la Antártida muertos de frío.

© its now or never
Maira Gall